Para afecciones musculoesqueléticas como el dolor de cuello, muchas personas creen que las radiografías son una parte esencial del proceso de diagnóstico. Sin embargo, esto no siempre es así. Las radiografías no siempre proporcionen información útil sobre la causa de la afección del paciente, lo que puede resultar en costos adicionales y una atención potencialmente inadecuada, además de una exposición innecesaria a la radiación. Para ayudar a orientar a los proveedores de atención médica, incluidos los quiroprácticos, varias asociaciones y organizaciones han elaborado pautas sobre cuándo usar radiografías y cuándo no.
En general, cuando el dolor de cuello aparece gradualmente o sin traumatismo (una caída o un accidente automovilístico, por ejemplo), suele ser adecuado un periodo de prueba de tratamiento de dos a cuatro semanas sin radiografías, especialmente en aquellos menores de 70 años. Si el paciente no responde al tratamiento o los síntomas empeoran, entonces puede ser recomendable realizar radiografías para investigar más a fondo la afección. Además, las pautas suelen disuadir de realizar radiografías en poblaciones que pueden ser más sensibles a la exposición de la radiación, como las mujeres embarazadas.
Todas las pautas clínicas recomiendan la obtención de imágenes cuando exista sospecha de señales de alarma como cáncer, fractura, infección, y trastornos neurológicos graves. Las indicaciones en la historia clínica del paciente o los hallazgos del examen para detectar señales de alarma incluyen lo siguiente: trauma; cirugía de cuello previa; riesgo de osteoporosis; mielopatía (síntomas neurológicos); antecedentes de cáncer; pérdida de peso inexplicable (un síntoma de cáncer); fiebre; antecedentes de infecciones (TB o VIH, por ejemplo); antecedentes de artritis inflamatoria; dolor constante, progresivo y no mecánico; progresión insidiosa del dolor; signos de compresión de la médula espinal (manos torpes, alteración de la marcha o trastornos de la función sexual, vesical o del esfínter; signos clínicos de lesión cerebral o de la médula espinal); signo de Lhermitte (la flexión del mentón hacia el pecho o el cuello produce una sensación de descarga eléctrica que se irradia por la columna y llega a las extremidades); mareos, ataques de gota o desmayos (indicativos de insuficiencia vascular, más común en los ancianos); sensibilidad del cuerpo vertebral (sensibilidad “exquisita” localizada); linfadenopatía/costilla cervical; y masa pulsátil (aneurisma de la arteria carótida).
En quiropráctica, la tendencia en los últimos 20 años ha sido que menos pacientes requieren radiografías iniciales en comparación con lo que se enseñaba anteriormente en muchas facultades/universidades de quiropráctica. A medida que surjan nuevas pruebas de investigación, las pautas se actualizarán para reflejar la mejor evidencia disponible. Al final, el objetivo es ayudar a lograr los diagnósticos más útiles para la condición actual del paciente, de modo que se le pueda brindar una atención adecuada para ayudarle a retomar sus actividades normales de la manera más segura y rentable posible.