El latigazo cervical describe un mecanismo de lesión que se produce tras la aceleración y desaceleración repentina de la cabeza y el cuello que estira sus diversos tejidos blandos más allá de sus límites fisiológicos, provocando esguinces, torceduras, desgarros, etc. El conjunto de síntomas resultante se conoce colectivamente como trastornos asociados al latigazo cervical (WAD, por sus siglas en inglés). Investigaciones anteriores sugieren que hasta la mitad de los pacientes con WAD seguirán experimentando síntomas crónicos hasta un año o más después de la lesión inicial, lo que puede suponer una pesada carga para la persona y su familia. En los últimos años, se ha llevado a cabo mucha investigación para descubrir por qué algunos pacientes experimentan una resolución de sus síntomas y por qué algunos progresan a un latigazo cervical crónico.
Un estudio del 2015 monitoreó a 599 pacientes que buscaron tratamiento para sus síntomas de WAD tres semanas después de la lesión. Después de un año, el 30% de este grupo había pasado a padecer WAD crónico. Los investigadores pudieron revisar los datos iniciales de admisión para identificar cualquier factor que pueda ser más común entre aquellos con WAD crónico en comparación con los que se recuperaron. Observaron cinco factores de riesgo: discapacidad inicial elevada (deficiencias físicas o funcionales que interfieren con la capacidad de realizar las actividades de la vida diaria); mayor tiempo previsto de recuperación (una evaluación de la gravedad de la lesión del paciente teniendo en cuenta su salud general y cómo puede afectar la recuperación); angustia psicológica (síntomas como depresión y ansiedad); afrontamiento pasivo (depender de pensamientos ilusorios o de evasión en lugar de participar activamente en el manejo de la enfermedad) y un mayor número de síntomas iniciales. Los autores concluyeron que la presencia de un factor de riesgo daba como resultado un riesgo 3,5 veces mayor de WAD crónico y la presencia de cuatro o más factores de riesgo aumentaba el riesgo 16 veces.
Una revisión sistemática de catorce estudios realizados en el 2016 encontró que los pacientes con WAD crónico presentaban un área de sección transversal mayor en los músculos del cuello, lo que se explicaba por una mayor infiltración de grasa en el tejido muscular. La infiltración de grasa puede ocurrir cuando los músculos se desacondicionan debido a una mala salud e inactividad, lo que lleva a músculos más débiles, biomecánica alterada, mayor sensibilidad al dolor, reducción del rango de movimiento y otros factores que conducen a una discapacidad y dolor de cuello continuo. Si observamos los factores de riesgo de WAD crónico, podemos ver cómo pueden contribuir a que los músculos del cuello se vuelvan menos activos debido a la reacción del cuerpo ante la lesión y/o las actividades resultantes del paciente (o la falta de ellas).
Además del tratamiento en el consultorio, como las terapias manuales y modalidades para ayudar a restablecer el movimiento normal de las articulaciones y los tejidos blandos lesionados, los médicos quiroprácticos aseguran a los pacientes que pueden recuperarse y recomiendan a los pacientes con WAD que se mantengan lo más activos posible (dentro de los límites de tolerancia al dolor), ejercitarse con regularidad, realizar ejercicios dirigidos específicamente a los músculos del cuello, seguir una dieta antiinflamatoria, y dormir lo suficiente y adecuadamente para facilitar la recuperación. Al igual que con otros trastornos musculoesqueléticos, las probabilidades de obtener un resultado satisfactorio con el WAD son mayores al inicio de la enfermedad, por lo que debe buscar atención médica lo antes posible.