La radiografía ha sido una herramienta de diagnóstico muy importante desde su descubrimiento por W.C. Röntgen en 1895. Proporcionó un medio no invasivo para mirar dentro del cuerpo, lo que abrió las puertas a mejores decisiones de diagnóstico y tratamiento por parte de los médicos. Más de 100 años después, las radiografías siguen siendo de uso común en entornos de atención médica, incluidos los consultorios quiroprácticos, para evaluar la columna cervical en pacientes con trastornos asociados al latigazo cervical (WAD) y dolor de cuello en general. Pero, ¿siempre se deben usar las radiografías o hay casos en los que se debe evitar tomar placas?
En un estudio publicado en el 2002 que analizó los datos del sistema de atención médica de Canadá, los investigadores reportaron que cada año se toman 200.000 radiografías de la columna cervical de personas lesionadas por trauma cerrado o secundario en el cuello. Evitar las radiografías para pacientes que probablemente tengan resultados normales reduciría la carga financiera del sistema de salud y, al mismo tiempo, reduciría la exposición del paciente a la radiación ionizante.
La razón obvia para tomar radiografías a un paciente con WAD es descartar una fractura que podría provocar una lesión devastadora o potencialmente mortal, como un traumatismo de la médula espinal cuando hay inestabilidad cervical. Una recomendación común de las guías que apoya el uso de radiografías simples ha sido el trauma que resulta en dolor a la palpación en la línea media posterior del cuello si existe la posibilidad de fractura.
Se han publicado reglas de decisión clínica tanto en Canadá como en los Estados Unidos para ayudar a identificar subgrupos de pacientes que pueden no requerir radiografías, como WAD I (síntomas sin hallazgos de exámenes) y algunos WAD II (síntomas con hallazgos de exámenes no neurológicos) lesiones en las que la historia clínica y el examen físico pueden excluir claramente una patología significativa.
El Estudio Canadiense C-Spine, que incluyó a más de 14.000 pacientes, identificó los siguientes factores de riesgo para justificar la supervisión de radiografías de rango de movimiento cervical: ser mayor de 65 años de edad; un definido mecanismo peligroso de lesión; cualquier anomalía sensorial o déficit neurológico focal en las extremidades; nivel alterado de conciencia, intoxicación o evidencia de lesión facial o externa de la cabeza cuando el examen del cuello no es confiable, como otras lesiones dolorosas distractoras; cuando la rotación activa del ROM no puede ser realizada por el paciente de una manera definida; y si se sospecha de fractura o inestabilidad.
Como puede ver, las radiografías no siempre son necesarias cuando se trata de pacientes con dolor de cuello, ya sea por latigazo cervical o no, así que, si su médico quiropráctico no toma radiografías como parte de su examen inicial, puede haber una buena razón.